martes, 28 de septiembre de 2010

NECROPSIA

Soy médico forense desde hace 30 años, la muerte es tan cercana a mí que la siento como si fuera mi desayuno almuerzo y cena, mi piel es blanca y fría como la de un cadáver, soy insensible, no siento emociones de ningún tipo, solo abro a las personas les manipulo su interior luego los vuelvo a cerrar, para mí son simples objetos de mi trabajo.

Son las 10 de la noche, un cadáver fresco me han traído, es una mujer de aproximadamente 35 años de edad, encontrada muerta en su casa, sentada al frente de la televisión, su cuerpo desnudo me recuerda por un momento a mi bella esposa Verónica, que no está más en este mundo. Inicio mi trabajo, la piel está intacta, los músculos y vísceras aparentemente normales, me dispondré a tomar algunas muestras para ser analizadas, en ese momento observo una pequeña mancha puntiforme en el hígado, hare un cote alrededor suyo y me la mandare al laboratorio, pero extrañamente la mancha se pasa del hígado a mi guante, al observarlo detenidamente veo como atraviesa el látex y llega hasta la piel de mi dedo y allí se queda como si fuera un lunar, tomo todas las muestras y las mando a examinar.

Al día siguiente recibo los resultados y todo fue normal, la causa de la muerte sencillamente fue natural, porque no hay nada más natural que la muerte misma. La mancha en mi dedo permanece igual, es un lunar, visito a un amigo médico para mostrarle mi extraña mancha y él me dice es un simple lunar, te lo extraeremos y enviaremos a que lo examinen, no sea algo maligno. Al día siguiente voy a mi pequeña cirugía pero me llevo la sorpresa de que la mancha había desaparecido.

Regrese a mi trabajo, y todo continuaba normal, al terminar me voy a dar una a ducha, al mirarme al espejo veo la extraña mancha en forma de punto en mi pecho, en ese momento solo pienso que estoy demasiado cansado para prestarle atención a este suceso, al día siguiente en la mañana, me levanto, tomo mi desayuno y encuentro que la mancha ha crecido, y trata de tomar forma, parece como si me hubiera realizado un tatuaje, lo observo más detenidamente y es el rostro de la chica que tenía la mancha en su hígado, ese día no tenía turno en la morgue, así que fui a la casa de la fallecida, quería investigar un poco sobre su vida, tal vez su muerte no fue natural. La puerta no tenía seguro, entre a la casa la recorrí, increíblemente comencé a tener nuevamente sensaciones, los olores me hacían pensar en la mujer, se veía muy sola, olvidada, pero aún así entregada a sus obligaciones, sin darme cuenta había pasado todo el día en esa casa, y sin ningún medio científico supe que la mujer había muerto de soledad.

Volví a mi casa me quite la camisa y el tatuaje ya ocupaba todo mi pecho y mi espalda, en él se veía una mujer desolada y tiste y a un hombre insensible entregado únicamente a su trabajo; en mi espalda estaba el pasado de la mujer, muy feliz con su esposo, abrazados y enamorados. En ese momento, supe que la mujer muerta era mi esposa Verónica, ella había muerto en mí, yo la había olvidado por entregarme al trabajo, y aún viéndola en la morgue no la recordé, una profunda tristeza me recorrió el cuerpo, y en ese mismo instante fallecí.